Nos conocimos en
un bar de jazz del centro, donde las bandas fracasadas se muestran al público
en su máximo esplendor. Ninguno de los dos somos demasiado aficionados a la música
en general, lo que suene en la radio está bien y punto. Ambos fuimos
arrastrados a desperdiciar una cálida
noche de verano en un establecimiento como aquel, aunque al final todo acabara
mejor de lo que pudimos imaginar. Y es que en un momento de desesperación en el
que todas las canciones sonaban exactamente igual, decidimos dar un paseo hasta
la barra.
Apoyé los antebrazos en la
superficie y resoplé. Realmente no quería que el camarero apareciera. Desde mi posición
tenía una vista perfecta de la puerta de salida, y juraría que estaba increíblemente
cerca. Pude haberme marchado y no se hubieran dado ni cuenta, pero por razones que nunca alcanzaré a entender, me
quedé allí de pie mirando al infinito.
Él se acercó por mis espaldas al ver
que el barman volvía a servir. Después de pedir la bebida más cargada que había
en la carta fijó sus ojos en el escenario y preguntó “¿Realmente esto le
gusta a la gente?” Yo respondí con un “Puede lo hagan para sentirse
aceptados en algún sitio”.
Los dos volvimos al bar una y otra
vez esperando volver a vernos y así fue, hasta que un día me ofreció largarnos
de allí e ira a cenar a una sitio en condiciones. Poco a poco algo en
nosotros fue creciendo y el amor comenzó a asentar en nuestro corazón
comportamientos como la estupidez, las sonrisas tontas y los rubores. Tras un
tiempo acabamos mudándonos a un piso
donde probablemente pasamos los mejores años de nuestras vidas. Él consiguió
un buen trabajo que le gustaba y no tardó en ascender hasta tener un cargo
importante. Por mi parte, abrí la floristería de mis sueños. Sé que suena estúpido,
pero mi máxima aspiración en la vida siempre ha sido abrir una tienda de
flores. Vivir siempre en primavera.
Una buena mañana de septiembre me
pidió que nos casáramos, así que solo dos meses más tarde nos convertimos
definitivamente en marido y mujer. Formamos una increíble familia y...
Suena precioso pero nunca nada es
tan ideal. Nunca llegamos a casarnos ni a formar una familia. No nos mudamos
juntos ni conseguimos nuestros sueños, no llegamos a estar juntos si quiera. En
realidad solo fue un insignificante desconocido de ojos verdes al que vi a lo
lejos en una mesa de un bar de jazz del centro, donde las bandas fracasadas se muestran al público en su máximo esplendor.
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