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lunes, 13 de febrero de 2017

Cuando no nos conocimos

        Nos conocimos en un bar de jazz del centro, donde las bandas fracasadas se muestran al público en su máximo esplendor. Ninguno de los dos somos demasiado aficionados a la música en general, lo que suene en la radio está bien y punto. Ambos fuimos arrastrados a desperdiciar  una cálida noche de verano en un establecimiento como aquel, aunque al final todo acabara mejor de lo que pudimos imaginar. Y es que en un momento de desesperación en el que todas las canciones sonaban exactamente igual, decidimos dar un paseo hasta la barra.
       Apoyé los antebrazos en la superficie y resoplé. Realmente no quería que el camarero apareciera. Desde mi posición tenía una vista perfecta de la puerta de salida, y juraría que estaba increíblemente cerca. Pude haberme marchado y no se hubieran dado ni cuenta, pero por  razones que nunca alcanzaré a entender, me quedé allí de pie mirando al infinito.
       Él se acercó por mis espaldas al ver que el barman volvía a servir. Después de pedir la bebida más cargada que había en la carta fijó sus ojos en el escenario y preguntó “¿Realmente esto le gusta a la gente?” Yo respondí con un “Puede lo hagan para sentirse aceptados en algún sitio”.
         Los dos volvimos al bar una y otra vez esperando volver a vernos y así fue, hasta que un día me ofreció largarnos de allí e ira a cenar a una sitio en condiciones. Poco a poco algo en nosotros fue creciendo y el amor comenzó a asentar en nuestro corazón comportamientos como la estupidez, las sonrisas tontas y los rubores. Tras un tiempo acabamos mudándonos a un piso  donde probablemente pasamos los mejores años de nuestras vidas. Él consiguió un buen trabajo que le gustaba y no tardó en ascender hasta tener un cargo importante. Por mi parte, abrí la floristería de mis sueños. Sé que suena estúpido, pero mi máxima aspiración en la vida siempre ha sido abrir una tienda de flores. Vivir siempre en primavera.
        Una buena mañana de septiembre me pidió que nos casáramos, así que solo dos meses más tarde nos convertimos definitivamente en marido y mujer. Formamos una increíble familia y...
        Suena precioso pero nunca nada es tan ideal. Nunca llegamos a casarnos ni a formar una familia. No nos mudamos juntos ni conseguimos nuestros sueños, no llegamos a estar juntos si quiera. En realidad solo fue un insignificante desconocido de ojos verdes al que vi a lo lejos en una mesa de un bar de jazz del centro, donde las bandas fracasadas se muestran al público en su máximo esplendor.

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