A quien corresponda, a
quien quiera oír y entender, a todos:
Escribo esto desde la
cárcel. Esta carta es una súplica ante la injusticia, es la rebeldía de no aceptar que mi caso
caiga en el olvido.
Mi ejecución será el
veintiséis de julio del 2184, dentro de dos semanas. Supongo que en este corto
tiempo seré capaz resumir mi vida brevemente, antes de afrontar mi destino.
Antes de mí, mi madre tuvo
dos hijos más; un varón y una mujer, cada uno con su combinación cromosómica.
En el momento de mi concepción, salió seleccionada exactamente la misma
secuencia genómica que posee mi hermana. Lo que nos hace idénticas, es decir,
clónicas. Sé que suena imposible, pero no es así. Esto es lo que me sucedió a
mí. La combinación de mi hermana se repitió. Es muy improbable (de una entre
billones) si. Pero no imposible.
El genoma humano se
compone de una combinación de veintitrés pares de cromosomas, la mitad de ellos
del padre y la mitad de la madre. Dicen que las personas son irrepetibles, yo
soy la viva prueba de que esto no es cierto.
En mis primeros años de
vida nadie se dio cuenta, pero al ir creciendo, mi familia se percató de que
era idéntica que mi hermana mayor. Cuando cumplí los diez años, me llevaron
ante mi tío que es ingeniero genético y su equipo, secuenciaron mi ADN y el de
mi hermana y al compararlo se dieron cuenta.
La noticia voló, y pronto
los periódicos se llenaron de títulos como: “Gemelas de distinta edad” o “Hija
repetida” Tras unas semanas todo el mundo supo de mí y mi singularidad. A
partir de aquí viajé a muchas universidades o laboratorios del mundo junto a mi
hermana y nadie creyó que mi existencia fuera fruto del azar y no estuviese
manipulada genéticamente.
Hace ya mucho tiempo los
científicos aprendieron a clonar y modificar genéticamente a animales y humanos. Hubo una época en la que los laboratorios creaban una enorme
variedad de productos que vendían con éxito en el mercado. Las variedades se
fueron complicando llegando a generar verdaderos monstruos y los exhibían como
forma de diversión al público, se generalizó la clonación masiva y la venta de
productos clonados. Se llegaron a extremos terribles donde parecía que la vida
humana no tenía ninguna importancia y se podía jugar con ella.
Tras todo ello, hubo una
dramática crisis seguida de una revolución, que acabó con la era de la
clonación. El Consejo del Estado
dictaminó una ley que prohibió bajo pena de muerte la clonación humanos y
automática eliminación del Producto Genético Clonado (P.G.C.).
En cuanto los científicos
sugirieron que yo era artificial todo se complicó. Se abrió una detallada
investigación que no dejó lugar a dudas. Yo sólo podía ser un producto
tecnológico. El gobierno decidió castigar al que me modificó. Investigaron a
fondo a mi tío y a todo su equipo y pasaron varios días en prisión, pero no
consiguieron nada que pudiera incriminarles.
No podían dejar pasar un
caso así, sin castigo la gente volvería a hacerlo y eso no se podía permitir. Y
tras meses de debate llegaron a una solución: eliminar al P.G.C.
¿De verdad creen que con
eso evitaran que se repita?
No puedo probar ser
natural porque no tengo memoria de mi nacimiento, y mucho menos pruebas de mi
concepción. No soy un P.G.C. Pero, si lo fuera ¿Tendría yo la culpa de ser un
experimento? Y, en cualquier caso, ¿No soy persona? ¿Y ser persona no es razón
suficiente para tener derecho a vivir?
Mi familia se ha opuesto a
esta sentencia por todos los medios inimaginables, pero todo ha sido en vano.
Supongo que no estoy preparada para mirar a la muerte a los ojos. Quien puede
ver en el vacío...
Durante muchísimo tiempo
hemos pensado que la tecnología mejoraría nuestra calidad de vida y salvaría
nuestro mundo. Y ahora es esa misma tecnología la que me acusa y me sentencia.
Pero, todos aceptamos el dogma, la ciencia es infalible, no existen los
milagros.
Pronto mi vida llegará a
su fin, y realmente espero que mi historia sirva en tiempos futuros. Me despido
de este mundo, deseando que algún día se llene de esperanza.
Dadin Gid.
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