Prologo
Mi ilusión era inmensa, la
primera fiesta de cumpleaños a la que asistía en mi vida, el primer
acontecimiento al que invitaban. Estaba segura de que ese día marcaría un antes
y un después. Y lo marcó.
El coche iba por la autopista
circulando cuando una moto cruzó la autopista de lado a lado. Mi padre dio un
giro brusco al coche lo que desencadenó todo. Con la parte delantera chocó con
un jeep que había al lado, otro golpe por la parte trasera lo que nos hizo
girar todavía más. Un último choque en el lomo para que millones de trocitos de
cristal volaran, dentro y fuera del coche.
-¡PAPÁ!- grité mientras lloraba.
Otro choque más y me caí hacia un lado. Rápidamente me levanté y volví a
aullar- ¡PAPÁ!-
Pero ya era tarde. Su cuerpo ya
inerte yacía sentado en el asiento del conductor. De su cabeza salía un rio de
aguar roja, sus ojos ya cerrados. Todo en él se había dormido.
-¡PAPÁ!- volví a llamarle.
Sacudí su cuerpo. No me iba a rendir. El me lo había dado todo. No podía
acabarse así. Le abracé con todas mis fuerzas. Nadie me iba a separar de él, ni
siquiera una estúpida moto. Ni siquiera la muerte iba a poder con el amor que
le tenía.
Alguien me agarró del brazo y
tiró de mí. Pero no cedí. No iba a separarme. Pero su fuerza era demasiada y
consiguió sacarme del coche. Me cogió en volandas y me llevó. Pero no separé la
vista de mi padre.
A mí alrededor un mar de llamas
y coches destrozados se extendía hasta donde alcanzaba mi vista. Mis lágrimas
salían de mis ojos.
-¡PAPÁ TE QUIERO!- grité una
última vez antes de que me metieran en una ambulancia y se me nublara la vista.
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