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sábado, 24 de octubre de 2015

Prólogo cruza



Prologo

                Mi ilusión era inmensa, la primera fiesta de cumpleaños a la que asistía en mi vida, el primer acontecimiento al que invitaban. Estaba segura de que ese día marcaría un antes y un después. Y lo marcó.
                El coche iba por la autopista circulando cuando una moto cruzó la autopista de lado a lado. Mi padre dio un giro brusco al coche lo que desencadenó todo. Con la parte delantera chocó con un jeep que había al lado, otro golpe por la parte trasera lo que nos hizo girar todavía más. Un último choque en el lomo para que millones de trocitos de cristal volaran, dentro y fuera del coche.
                -¡PAPÁ!- grité mientras lloraba. Otro choque más y me caí hacia un lado. Rápidamente me levanté y volví a aullar- ¡PAPÁ!-
                Pero ya era tarde. Su cuerpo ya inerte yacía sentado en el asiento del conductor. De su cabeza salía un rio de aguar roja, sus ojos ya cerrados. Todo en él se había dormido.
                -¡PAPÁ!- volví a llamarle. Sacudí su cuerpo. No me iba a rendir. El me lo había dado todo. No podía acabarse así. Le abracé con todas mis fuerzas. Nadie me iba a separar de él, ni siquiera una estúpida moto. Ni siquiera la muerte iba a poder con el amor que le tenía.
                Alguien me agarró del brazo y tiró de mí. Pero no cedí. No iba a separarme. Pero su fuerza era demasiada y consiguió sacarme del coche. Me cogió en volandas y me llevó. Pero no separé la vista de mi padre.
                A mí alrededor un mar de llamas y coches destrozados se extendía hasta donde alcanzaba mi vista. Mis lágrimas salían de mis ojos.
                -¡PAPÁ TE QUIERO!- grité una última vez antes de que me metieran en una ambulancia y se me nublara la vista.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Cruza capitulo 4


Capítulo 4
                       
                        Mía me fue enseñando todo el colegio después de clase. Lo único malo del paseo fue que no se paró en la biblioteca (que era mi parte favorita). Simplemente la nombro. Pero decidí que la visitaría por separado en algún rato libre. Acabamos en su habitación. Al parecer su compañera de habitación anunció en el último momento que no iba a poder venir así que ella tenía “habitación propia”.
                        -Así que cuando quieras ya sabes, traes tus sabanas y te quedas a dormir.
                        Mía era muy alegre y graciosa, ya había podido levantarme el ánimo después de la presentación. Además a mi me parecía una chica excepcionalmente guapa, solo que su personalidad no era tan de princesa como su aspecto señalaba, yo definiría su personalidad como “Rokera”.
                        - ¿Estás  segura de que eso se puede? Es decir, ¿puedo cambiarme de habitación así a la ligera?
                        -Sí, la verdad no creo que les moleste- se encogió de hombros. Me daba la extraña sensación de que con ella era más fácil hablar-. ¿Con quién duermes ahora?
                        -Con mi prima y una de sus amigas.
                        Se sentó en la cama.
                        -Ah. ¿Qué música te gusta?- Intentó sacar un tema, para eliminar la situación de no saber qué decir. Y lo consiguió:
                        -Pues me suelen gustar los artistas famosos. Los típicos.
                        -Algo así como los grandes éxitos?
                        -Sí, se podría decir así.
                        Soltó una gran carcajada.
                        -¿Alguna vez has escuchado buena música? ¿La buena de verdad?- negué con la cabeza- ¡Ja! Pues ya estamos yendo a la sala de ordenadores- se levantó de un salto cogió unos auriculares y me tiró del brazo hacia fuera del cuarto.

                        Nunca en mi vida se me habían dado bien los ordenadores. Nunca. Y veía como los dedos de Mía danzaban sobre las teclas y me dio pánico hacer un movimiento por lo que podría pensar. “¿Quién no sabe manejar un ordenador?”  Acerqué mi silla a la mesa dispuesta a probar a manejar el saco de tornillos que tenía delante. Posé mi mano sobre el ratón y seguí con la mirada la pequeña flecha que se movía por la pantalla. No sabía bien que hacer así que eché un vistazo rápido al ordenador de mi compañera. En la parte superior de su pantalla había un símbolo, busque el mismo en mi ordenador y pulsando dos veces saltó en mi pantalla una nueva pantalla blanca. En ella había un rectángulo fino y largo, lo señalé con la flecha y apareció una línea corta intermitente. Entonces mía, que debía de haber estado observándome, me dijo:
                        -Simplemente escribe música- mi cara debió de reflejar mi ignorancia por la tecnología- Trae, ya te lo escribo yo.
                        Durante un escaso minuto, Mía estuvo escribiendo y pulsando miles de cosas a una velocidad impresionante hasta que llegó un momento en el que me ofreció unos cascos:
                        -Toma ponte esto y escucha.
                        Obedecí y coloque cada uno de los pequeños auriculares en las orejas. Ella pulsó una última vez el ratón y la música empezó a sonar. Era una canción extraña, nunca antes la había oído y el cantante tenía una voz muy llamativa. Mía dijo algo pero la música estaba demasiado alta y no la escuche. Asentí intentando responder  y ella me mostro una pequeña sonrisa a un lado.
                        Entonces la música empezó a sonar cada vez más lejana hasta no poder percibirla. En mi mente apareció una imagen, como la de los ojos grises  de un gato negro, pero solo duro una milésima de segundo.  Después un dolor atroz se apoderó de mi mente. Rápidamente me quité los cascos, me levanté de la silla y me agarré la cabeza con las dos manos. Apreté con todas mis fuerzas pero y un pitido fuerte empezó a sonar.  Noté el tacto de Mía en mi hombro y todo el dolor se fue de una. Ella me dijo:
                        -Puede que la música no te guste pero, ¿No crees que ha sido un poco exagerado?-Hice caso omiso. Pasee la mirada por toda la sala buscando algo, no sabía muy bien que. Estaba desconcertada. Esa imagen… Se me había quedado grabada para siempre- Oye, ¿Estás bien?
                        -Sí- respondí sin mirarla-.Es que, me ha venido un dolor y… Da igual.
                        Mía mostraba desconcierto, incluso deduje que pensaba que estaba loca.
                        -¿Quieres ir a la enfermería? Tal vez allí te digan que te pasa.
                        -No. No, no, no. Estoy bien, de verdad- Y era cierto, me sentía bien ya no había ni rastro de aquel ataque de dolor.


                        Llegó la hora de la comida. Mía había ignorado mi ataque durante todo el día, cosa que agradecía inmensamente. No sabía que me había pasado y era mejor olvidarlo.  El comedor era un gran espacio abierto con muchas mesas algunas en forma circular otras rectangulares, con capacidad desde tres personas hasta seis. Por otro lado estaba la barra donde estaban los platos de comida. Cogí una bandeja   y me dispuse a coger la comida. Había una gran variedad de comida entre la que yo elegí pasta y algo de carne, de postre fruta y me dirigí a la mesa donde estaba comiendo Mía. Mi prima, Vanesa y James se sentaron en la mesa de al lado yo les ofrecí  sitio en la nuestra que, era una mesa grande, y pretendía presentarles a Mía. Pero descubrí que ya se conocían por las miradas asesinas que se dedicaban mutuamente. Mía les apartó la mirada y me dijo:
                        -¿Les conoces?
                        -Sí. La rubia es mi prima.
                        -¿Alice es tu prima? ¿De verdad?- asentí ligeramente-Mira, no es por meterme con ellos pero el año pasado no fue un curso agradable a causa de ellos.
                        -¿Qué pasó?
                        -Es una historia un poco larga. Lo importante es que ellos eran mis mejores amigos y me traicionaron de la peor manera posible-. Lanzó una sonrisa diabólica- Y se la devolví.
                        No pude decir nada. No cabía en mi cabeza la idea de que mi prima fuera mala con alguien, para mí era casi imposible. Hundí el tenedor en la pasta y empecé a comer. La comida sabía estupendamente, no sabía si era por el hambre o porque de verdad sabía bien. Levanté un poco los ojos y vi un chico que tenía la mirada fija en mi. Era de nuestra edad, tenía el pelo castaño, unos ojos azules oscuros y una mandíbula muy afilada. Estaba sentado con otro chico rubio en uno de los lugares más apartados. Mi compañera de mesa siguió mi mirada hasta el mismo punto.
                        -¿Le conoces?- me preguntó.
                        Sacudí la cabeza y el chico fijo su mirada en Mía esta vez y luego en su comida. A lo que mi amiga respondió:
                        -¡Te ha mirado! ¡Y no era nada feo! A mí me gusta más su amigo. ¿Qué te parece si hablamos con ellos después de comer?
                        -¿Estás loca? Si ni siquiera les conocemos- Ella soltó una risa tonta.
                        -No hay mejor momento para hacerlo.
                        -Ni de broma.
                        -Se nota que en Washington no sabían divertirse.
                        Ella se rió un poco pero a mí no me resultó del todo gracioso. Ese último comentario me hizo pensar en mi antigua casa y en la nueva. Este internado. Cuando terminamos de comer nos dimos un paseo por el jardín del colegio, durante ese tiempo estuvimos hablando de nuestras vidas anteriores, sobre todo sobre la mía. Al principio me dio la sensación de que estaba intentando averiguar algo sobre mi ataque repentino en la sala de ordenadores lo que me incomodó un poco, pero es seguida aparté ese pensamiento de mi cabeza y supuse que preguntaba por pura curiosidad y para establecer confianza.
                        Después del rato libre de la comida yo me esperaba un par de clases antes de nuestra total libertad, o por lo menos hasta el día siguiente. Luego averigüé que el primer día lo dejaban sin clases para que los alumnos nuevos se instalaran y conocieran el centro. Empezó a refrescar y decidimos meternos en la habitación de Mía para seguir nuestra conversación. Pasamos por unos soportales y me fijé en un chico que estaba totalmente solo apoyado en una pared. Su cara indicaba tristeza y soledad por lo que deduje  que era nuevo. En un momento dado se me ocurrió acercarme y darle conversación pero la cara de asco que me dedicó me echó para atrás.  Mientras subía las escaleras un horrible pensamiento apareció en mi cabeza: “Si la profesora no me hubiera sacado a hablar, yo no me hubiera bloqueado, aquel chico no se habría reído de mi, Mía no me habría defendido y no la hubiera conocido por lo que mi destino podría haber sido parecido si no fuera por Alice


                        El baño de la habitación era un sitio pequeño, incluso claustrofóbico: un pequeño plato de ducha, un váter y un lavabo con un espejo rectangular. La verdad es que mi prima y su amiga lo habían decorado y había quedado fantástico. Incluso había una alfombra rosa circular en medio. Me puse el pijama lo más rápido que pude, me lavé los dientes y me preparé para la mayor sarta de preguntas sobre mi nueva mejor amiga que nunca haya podido imaginarme. Pero de algún modo cuando salí cada una estaba ocupada en sus cosas y ni me prestaron atención. Alice estaba en el piano, un pequeño teclado sujeto por unas patas cruzadas que debía de haber puesto hace poco, tenía unos cascos puestos que se conectaban al piano y aislaban totalmente la música. Vanessa en cambio estaba tendida en la cama con el móvil.
                        Me acerqué a mi cama sin hacer mucho ruido y saqué de debajo el diario, las cartas y los sobres de Julieta. Le escribí una carta a Julieta sobre mi primer día, mi nueva mejor amiga y el choque que tuvo con Alice y su pandilla por una antigua confusión. Ni se me pasó por la cabeza mencionarle el ataque de dolor de aquella mañana, no quería preocuparles de esa manera. La metí en el sobre y la dejé en uno de los cajones de la mesilla para mandarla a casa en cuanto pudiera. En cambio en el diario lo escribí todo, desde mi llegada hasta cuando me senté a escribir el diario pasando por el dolor. Todo. De alguna manera quería dejarlo todo reflejado. Cuando hube terminado guardé el diario en la maleta, saqué un libro que me había traído de casa y me puse a leer.
                        Hubo un momento en el que Alice y Vanessa, al igual que yo se metieron en la cama y apagaron las luces de sus mesillas. Yo no quería molestar así que las imité. Justo cuando me iba a quedar dormida Vanessa me preguntó:
                        -Catherine, ¿Mía te trata bien?
                        No sabía que significaba realmente, ni con que intención iba pero respondí un simple sí y me dormí.