Capítulo 4
Mía me
fue enseñando todo el colegio después de clase. Lo único malo del paseo fue que
no se paró en la biblioteca (que era mi parte favorita). Simplemente la nombro.
Pero decidí que la visitaría por separado en algún rato libre. Acabamos en su
habitación. Al parecer su compañera de habitación anunció en el último
momento que no iba a poder venir así que ella tenía “habitación propia”.
-Así que
cuando quieras ya sabes, traes tus sabanas y te quedas a dormir.
Mía era
muy alegre y graciosa, ya había podido levantarme el ánimo después de la
presentación. Además a mi me parecía una chica excepcionalmente guapa, solo que
su personalidad no era tan de princesa como su aspecto señalaba, yo definiría
su personalidad como “Rokera”.
-
¿Estás segura de que eso se puede? Es
decir, ¿puedo cambiarme de habitación así a la ligera?
-Sí, la
verdad no creo que les moleste- se encogió de hombros. Me daba la extraña
sensación de que con ella era más fácil hablar-. ¿Con quién duermes ahora?
-Con mi
prima y una de sus amigas.
Se sentó
en la cama.
-Ah. ¿Qué
música te gusta?- Intentó sacar un tema, para eliminar la situación de no saber
qué decir. Y lo consiguió:
-Pues me
suelen gustar los artistas famosos. Los típicos.
-Algo así
como los grandes éxitos?
-Sí, se
podría decir así.
Soltó una
gran carcajada.
-¿Alguna
vez has escuchado buena música? ¿La buena de verdad?- negué con la cabeza- ¡Ja!
Pues ya estamos yendo a la sala de ordenadores- se levantó de un salto cogió
unos auriculares y me tiró del brazo hacia fuera del cuarto.
Nunca en
mi vida se me habían dado bien los ordenadores. Nunca. Y veía como los dedos de
Mía danzaban sobre las teclas y me dio pánico hacer un movimiento por lo que
podría pensar. “¿Quién no sabe manejar un
ordenador?” Acerqué mi silla a la
mesa dispuesta a probar a manejar el saco de tornillos que tenía delante. Posé
mi mano sobre el ratón y seguí con la mirada la pequeña flecha que se movía por
la pantalla. No sabía bien que hacer así que eché un vistazo rápido al
ordenador de mi compañera. En la parte superior de su pantalla había un
símbolo, busque el mismo en mi ordenador y pulsando dos veces saltó en mi
pantalla una nueva pantalla blanca. En ella había un rectángulo fino y largo,
lo señalé con la flecha y apareció una línea corta intermitente. Entonces mía,
que debía de haber estado observándome, me dijo:
-Simplemente
escribe música- mi cara debió de reflejar mi ignorancia por la tecnología-
Trae, ya te lo escribo yo.
Durante
un escaso minuto, Mía estuvo escribiendo y pulsando miles de cosas a una
velocidad impresionante hasta que llegó un momento en el que me ofreció unos
cascos:
-Toma
ponte esto y escucha.
Obedecí y
coloque cada uno de los pequeños auriculares en las orejas. Ella pulsó una
última vez el ratón y la música empezó a sonar. Era una canción extraña, nunca
antes la había oído y el cantante tenía una voz muy llamativa. Mía dijo algo
pero la música estaba demasiado alta y no la escuche. Asentí intentando
responder y ella me mostro una pequeña
sonrisa a un lado.
Entonces
la música empezó a sonar cada vez más lejana hasta no poder percibirla. En mi
mente apareció una imagen, como la de los ojos grises de un gato negro, pero solo duro una milésima
de segundo. Después un dolor atroz se
apoderó de mi mente. Rápidamente me quité los cascos, me levanté de la silla y
me agarré la cabeza con las dos manos. Apreté con todas mis fuerzas pero y un
pitido fuerte empezó a sonar. Noté el
tacto de Mía en mi hombro y todo el dolor se fue de una. Ella me dijo:
-Puede
que la música no te guste pero, ¿No crees que ha sido un poco exagerado?-Hice caso
omiso. Pasee la mirada por toda la sala buscando algo, no sabía muy bien que.
Estaba desconcertada. Esa imagen… Se me había quedado grabada para siempre-
Oye, ¿Estás bien?
-Sí- respondí
sin mirarla-.Es que, me ha venido un dolor y… Da igual.
Mía mostraba
desconcierto, incluso deduje que pensaba que estaba loca.
-¿Quieres
ir a la enfermería? Tal vez allí te digan que te pasa.
-No. No,
no, no. Estoy bien, de verdad- Y era cierto, me sentía bien ya no había ni
rastro de aquel ataque de dolor.
Llegó la
hora de la comida. Mía había ignorado mi ataque durante todo el día, cosa que
agradecía inmensamente. No sabía que me había pasado y era mejor olvidarlo. El comedor era un gran espacio abierto con
muchas mesas algunas en forma circular otras rectangulares, con capacidad desde
tres personas hasta seis. Por otro lado estaba la barra donde estaban los
platos de comida. Cogí una bandeja y me
dispuse a coger la comida. Había una gran variedad de comida entre la que yo
elegí pasta y algo de carne, de postre fruta y me dirigí a la mesa donde estaba
comiendo Mía. Mi prima, Vanesa y James se sentaron en la mesa de al lado yo les
ofrecí sitio en la nuestra que, era una
mesa grande, y pretendía presentarles a Mía. Pero descubrí que ya se conocían
por las miradas asesinas que se dedicaban mutuamente. Mía les apartó la mirada
y me dijo:
-¿Les
conoces?
-Sí. La
rubia es mi prima.
-¿Alice
es tu prima? ¿De verdad?- asentí ligeramente-Mira, no es por meterme con ellos
pero el año pasado no fue un curso agradable a causa de ellos.
-¿Qué
pasó?
-Es una
historia un poco larga. Lo importante es que ellos eran mis mejores amigos y me
traicionaron de la peor manera posible-. Lanzó una sonrisa diabólica- Y se la
devolví.
No pude
decir nada. No cabía en mi cabeza la idea de que mi prima fuera mala con
alguien, para mí era casi imposible. Hundí el tenedor en la pasta y empecé a
comer. La comida sabía estupendamente, no sabía si era por el hambre o porque
de verdad sabía bien. Levanté un poco los ojos y vi un chico que tenía la
mirada fija en mi. Era de nuestra edad, tenía el pelo castaño, unos ojos azules
oscuros y una mandíbula muy afilada. Estaba sentado con otro chico rubio en uno
de los lugares más apartados. Mi compañera de mesa siguió mi mirada hasta el
mismo punto.
-¿Le
conoces?- me preguntó.
Sacudí la
cabeza y el chico fijo su mirada en Mía esta vez y luego en su comida. A lo que
mi amiga respondió:
-¡Te ha
mirado! ¡Y no era nada feo! A mí me gusta más su amigo. ¿Qué te parece si
hablamos con ellos después de comer?
-¿Estás
loca? Si ni siquiera les conocemos- Ella soltó una risa tonta.
-No hay
mejor momento para hacerlo.
-Ni de
broma.
-Se nota
que en Washington no sabían divertirse.
Ella se
rió un poco pero a mí no me resultó del todo gracioso. Ese último comentario me
hizo pensar en mi antigua casa y en la nueva. Este internado. Cuando terminamos
de comer nos dimos un paseo por el jardín del colegio, durante ese tiempo estuvimos
hablando de nuestras vidas anteriores, sobre todo sobre la mía. Al principio me
dio la sensación de que estaba intentando averiguar algo sobre mi ataque
repentino en la sala de ordenadores lo que me incomodó un poco, pero es seguida
aparté ese pensamiento de mi cabeza y supuse que preguntaba por pura curiosidad
y para establecer confianza.
Después
del rato libre de la comida yo me esperaba un par de clases antes de nuestra
total libertad, o por lo menos hasta el día siguiente. Luego averigüé que el
primer día lo dejaban sin clases para que los alumnos nuevos se instalaran y
conocieran el centro. Empezó a refrescar y decidimos meternos en la habitación
de Mía para seguir nuestra conversación. Pasamos por unos soportales y me fijé
en un chico que estaba totalmente solo apoyado en una pared. Su cara indicaba
tristeza y soledad por lo que deduje que
era nuevo. En un momento dado se me ocurrió acercarme y darle conversación pero
la cara de asco que me dedicó me echó para atrás. Mientras subía las escaleras un horrible
pensamiento apareció en mi cabeza: “Si la
profesora no me hubiera sacado a hablar, yo no me hubiera bloqueado, aquel
chico no se habría reído de mi, Mía no me habría defendido y no la hubiera conocido
por lo que mi destino podría haber sido parecido si no fuera por Alice”
El baño
de la habitación era un sitio pequeño, incluso claustrofóbico: un pequeño plato
de ducha, un váter y un lavabo con un espejo rectangular. La verdad es que mi
prima y su amiga lo habían decorado y había quedado fantástico. Incluso había
una alfombra rosa circular en medio. Me puse el pijama lo más rápido que pude,
me lavé los dientes y me preparé para la mayor sarta de preguntas sobre mi
nueva mejor amiga que nunca haya podido imaginarme. Pero de algún modo cuando
salí cada una estaba ocupada en sus cosas y ni me prestaron atención. Alice
estaba en el piano, un pequeño teclado sujeto por unas patas cruzadas que debía
de haber puesto hace poco, tenía unos cascos puestos que se conectaban al piano
y aislaban totalmente la música. Vanessa en cambio estaba tendida en la cama
con el móvil.
Me acerqué
a mi cama sin hacer mucho ruido y saqué de debajo el diario, las cartas y los
sobres de Julieta. Le escribí una carta a Julieta sobre mi primer día, mi nueva
mejor amiga y el choque que tuvo con Alice y su pandilla por una antigua
confusión. Ni se me pasó por la cabeza mencionarle el ataque de dolor de
aquella mañana, no quería preocuparles de esa manera. La metí en el sobre y la
dejé en uno de los cajones de la mesilla para mandarla a casa en cuanto
pudiera. En cambio en el diario lo escribí todo, desde mi llegada hasta cuando
me senté a escribir el diario pasando por el dolor. Todo. De alguna manera quería
dejarlo todo reflejado. Cuando hube terminado guardé el diario en la maleta,
saqué un libro que me había traído de casa y me puse a leer.
Hubo un
momento en el que Alice y Vanessa, al igual que yo se metieron en la cama y
apagaron las luces de sus mesillas. Yo no quería molestar así que las imité.
Justo cuando me iba a quedar dormida Vanessa me preguntó:
-Catherine,
¿Mía te trata bien?
No sabía
que significaba realmente, ni con que intención iba pero respondí un simple sí
y me dormí.