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lunes, 2 de noviembre de 2015

Capítulo 5 (Cruza)



Capitulo  5
      -El gato apareció de la niebla y caminaba ligero sin apartar la mirada de mí. Cuando estuvo sufrientemente cerca se abalanzó sobre mí desapareciendo en el momento del choque. El dolor. Volvía a aparecer. Y esta vez con un pitido mucho más profundo, parecía taladrarme la cabeza. Su imagen volvía a estar en mi mente. Esos ojos grises y su pelaje negro. La visión se transformó en unos ojos humanos dorados, amenazadores que me susurraban: “No podrás resistirte” Abracé mi cabeza con las manos y me concentré en echar esa sensación de mí.-
                        Y me desperté. De un salto salí de la cama y sudorosa me pasee por la habitación.  Esta totalmente aterrorizada. Una imagen me perseguía y aparecía hasta en mis sueños. ¿Qué me estaba pasando? Tenía ganas de llorar.
                         Ya había amanecido, pero no era lo suficientemente tarde para que el despertador de Alice sonara. Mis compañeras de habitación seguían dormidas, y con propósito de no interrumpir su sueño, fui al baño de puntillas. Me apoyé en el lavabo y me observé ante el espejo. Mis ojos estaban a punto de salirse de sus cuencas, incluso me parecía ver el verde que antes solía haber había cambiado. Mi pelo marrón  totalmente enredado me hacía mucho más aspecto de loca. Me enjuagué la cara, mi aspecto no cambió pero me sentí mejor al disminuir la temperatura de mi rostro.
                        Di por seguro el hecho de no poder volver a la cama. Así pues, sin ganas de perder el tiempo mi primer día de clase, cogí mi uniforme, me di una ducha y salí de la habitación directa a mi taquilla. Mía me había indicado más o menos la localización del pasillo de taquillas, aún así me costó un tiempo encontrar la mía. La llave estaba colgada del asa, la metí en la cerradura, me la guardé en el bolsillo y pasee la vista por el interior. Un estuche gris, unos cuantos bolígrafos  y lápices, cuadernos y los libros necesarios. Como no me cabía todo el material en las manos, llené el estuche con los bolígrafos y lápices y cogí un cuaderno. “Lo suficiente para enterarme de todo y tomar apuntes pero sin llevar todo el material.” Pensé. Y con lo necesario salí del pasillo hacia mi primera clase: Historia.
                        En el paseo conseguí ver la hora, quedaba un cuarto de hora para el principio de las clases. Alice y Vanessa debía de estar levantándose. Me avergoncé de mi misma por el hecho de irme sin avisar. Debían estar preocupadas. Como aún no conocía el colegio. Anduve por muchos pasillos para dar con el aula de historia. En un momento dade tuve que girar al la dereche lo que me condujo hasta la puerta de la biblioteca. Ya estaba abierta. He de confesar que durante mi corta estancia en el internado había querido entrar allí. Crucé la puerta y me encontré en una gran sala antigua llena de estanterías. La sala tenía unos quince metros de alto y para llegar hasta el suelo había que bajar por una escalera de caracol a la que se accedía desde la entrada. La biblioteca no tenía pisos, bueno,  algo así como si hubiera un piso con un agujero enorme en el medio que permitía acceder hasta las estanterías de la parte alta pero no lo suficiente mente anchos para considerarse un piso en sí.
                        Sin hacer mucho ruido, fui paseándome por las filas de estanterías. Llegué a una zona donde los libros tenían aspecto antiguo fui ojeando cundo una voz me dijo:
                        -Buena elección- me giré bruscamente y encontré una anciana que observaba el libro que yo estaba tocando. Su pelo  blanco estaba recogido en un moño bajo, llevaba unas gafas cuadradas y sus ropas eran algo anticuadas. No tenía un aspecto muy amenazador pero por alguna razón no pude mover un musculo-. Este es mejor pasillo de la biblioteca y ese concretamente-señaló el libro que tenía entre manos- es uno de los mejores ejemplares que tenemos aquí- me observó durante algunos segundos, después prosiguió- Es un libro difícil de entender, no solo por la forma de escritura sino por los mensajes que transmite. Pero si te atreves a leértelo…- <<Atrever, no es la mejor palabra para hablar de un libro pensé>>-Soy la señora Montrevil, bibliotecaria del internado. Tu eres…
                        -Catherine-dije tímidamente- soy nueva.
                        -Ya lo sabía- miró su reloj- las clases empezarán dentro de cinco minutos. Será mejor que vallas con tus demás compañeros. No quieras  llegar tarde el primer día.
                        -No señora- y me fui lo más rápido que pude.


                        -Bienvenidos a todos. Ya sabéis que este es el primer día de clases oficial y por tanto, esta es vuestra primera clase. Me presento: So la señorita Palen encargada de vuestra clase durante todo el curso. Hoy y solo hoy sustituiré a vuestra profesora de historia para presentaros el colegio.
                        Mía estaba sentada al mi lado, ella estaba bastante distraída pero yo no quería perderme la primera explicación del curso. Mas no pude.  A los cinco segundos de que la profesora empezara a hablar mis pensamientos se desviaron de vuelta al gato y mis ataques. Hasta ahora no había tenido un minuto para pensar sin ser interrumpida por otras causas. Y ya que podía pensar con claridad vi que todo lo que me había pasado era una locura. Sinceramente cada vez que la imagen aparecía en mi mente me ponía tensa y una sensación de miedo me recorría el cuerpo. Me estaba viviendo loca.  Y luego el sueño. Me había parecido completamente real. Y lo recordaba con tanta claridad que había veces que dudaba de que fuera realmente un sueño. ¿Pero qué estaba diciendo? Claro que había sido un sueño. Un sueño y solo eso.
                        -Vi que toda la clase se levantaba de sus pupitres y se dirigía hacia la puerta y la señorita Palen recogió sus cosas y también se dispuso a marchar.
                        -¿Se ha acabado ya la clase?
                        -¡Qué va!- respondió Mía totalmente aburrida- Ahora toca la estúpida guía turística del colegio.
                        Y en efecto, así fue. Una caminata por todo el colegio (Jardines incluidos) en la que se oía la voz de la profesora de fondo contando cuando fue el colegio fundado, porque y por quién. Cuando volvimos al hall principal La señorita Palen nos dijo:
                        -Bueno aquí concluye la visita. Ahora dispondréis de media hora libre. Pero después deberéis ir al hall. Allí os recogerá la subdirectora. Ella os llevará a una de las aulas y explicara el funcionamiento del centro como el funcionamiento de los puntos.  Un último aviso: A esta hora en el comedor reparten galletas sin necesidad de gastar puntos.
                        Mia y yo salimos del hall hacia los jardines. Una vez allí nos sentamos bajo la sombra de un árbol y me explico el sistema de puntos:
                        -El sitema del que ha hablado la señorita Palen es algo así como las monedas del internado. Las ganas trabajando y las puedes gastar en lo que te apetezca.
                        -Algo así me contó mi prima. ¿No es muy complicado ganar puntos?-le pregunté.
                        -En realidad si y no. Si eres muy listo las notas te ofrecen un “sueldo” buenísimo. Si se te dan bien los deportes pasa un poco igual. Los que lo tenemos complicado (me incluyo)-dijo- son los que no somos muy listos y no destacamos en deporte. Nos tenemos que buscar la vida. Podemos ayudar en el comedor, trabajar en la cafetería…
                        -¿Es como un contrato?
                        - No exactamente-me respondió mi amiga- Los contratos son digamos, con una obligación de permanencia. Aquí es: Si ayudas veinte minutos en el comedor te dan no sé cuantos puntos. ¿Entiendes?
                        -¿Y si no quiero trabajar ni en el comedor ni en la cafetería?
                        -Se pueden robar
                        -¿Cómo?- dije atónita
                        -Es más sencillo de lo que crees. Los puntos se dan en papel, casi como billetes. De modo que solo hace falta ir a una de las tiendas de material despistar a el dependiente y coger todo lo que puedas de el cajón donde guardan lo que han ganado vendiendo. Vamos, no me pongas esa cara de desconfianza. Lo que ganan las tiendas se lo dan de nuevo al colegio y el colegio vuelve a repartirlo. Aun que robemos todos los puntos acaban en manos del director.
                        No me convenció la solución de Mía para cuando no te apetece trabajar pero no se la rebatí. No niego que no la fuera a usar. Fijé mi vista en los jardines. Todo estaba recubierto por una alfombra verde brillante y algún árbol esparcido por el espacio. Me gustaba mucho ese sitio. Pasaron por nuestro lado los dos chico que el día anterior nos miraron el comedor. El rubio me miró un segundo y cuando desvió sus ojos de mi sentí un pitido en lo más profundo de mis oídos, pero esta vez fue suave casi no me hacía daño. Entonces el chico de pelo marrón y ojos claros le pego un puñetazo cariños en el hombro y un segundo después ya no había pitido. Miré a Mía:
                        -Ya los he visto- dijo mirándoles- El rubio es todavía más guapo de cerca.
                        Yo, que seguí desconcertada por mi suave ataque. Había formado la idea en mi cabeza de que esos chicos tenían algo que ver con los pitidos, los dolores, los sueños la imagen… Me sentía aterrorizada ante la idea de que aquellos chicos pudieran hacer los que hicieron en la sala de ordenadores en cuanto se le antojara. Lo malo era que no sabía cómo impedirlo.
                        -Quiero hablar con él-aseguró Mía-.Necesito hablar con él.
                        Miré a mi amiga. Tenía la vista fija en el infinito. Su pelo rizado y dorado parecía brillar al igual que sus ojos castaños. Era una chica muy guapa. No sé por qué no tenía novio. Bueno en realidad no sabía si tenía novio.
                        -¿Alguna vez  has sentido un flechazo?
                        Me reí.
                        -No la verdad es que no- dije entre carcajadas. Apoyó su cabeza en el árbol en el que reposaba.
                        -¿Ni siquiera algo parecido?-me dirigió la mirada esta vez.
                        -No puedo saber si he sentido algo parecido si no lo he sentido.
                        -Tienes razón-asintió con la cabeza y suspiró. Es como, querer a una persona sin haberla conocido.
                        -Muchas chicas se enamoran de famosos que no conocen.
                        -No es lo mismo- hizo una pausa y miró donde estaban colocados los chicos-. Mira, el amigo de mi futuro novio te acaba de mirar.
                        Le miré y efectivamente tenía la mirada fija en mi.
                        -¿Te estás poniendo roja?-me pregunto mientras se le iluminaba la cara-. ¡A ti te gusta el amigo del rubio!
                        -Sabes que no es verdad- dije casi gritando.
                        Entonces sonó el timbre. Nos levantamos y nos dirigimos al hall como la señorita Palen nos había indicado.

                        Cuando crucé la puerta entendí la diferencia entre clase y aula. Una clase en una habitación llana, pequeña con unas cuantas mesas y una pequeña pizarra. Un aula era un espacio enorme, donde podrían caber sesenta alumnos. El lugar donde el profesor se situaba estaba a nivel del suelo, no como los asientos, que formaban medios círculos escalonados alrededor.  Desde todas las sillas se apreciaba una vista del centro privilegiada, porque no sufrías el típico problema de no ver la explicación porque el de adelante es muy alto o tiene la cabeza muy grande.
                        Mía  yo nos sentamos en unos de los asientos a mayor altura de toda la sala. Una señora con unas pintas extrañas  entro en el aula y se situó en el centro. Después dijo:
                        -Buenos días alumnos- su voz era algo aguda en insoportable-. Soy la señora Manden y vuestra profesora de literatura. Supongo que la profesora Faliner, nuestra subdirectora os trajo hasta aquí- hizo una pausa esperando respuesta pero no la obtuvo así que prosiguió-.  No sé si tenéis material para empezar la clase así que os presentaré la signatura y os diré lo que necesitareis para vuestra próxima clase.
                        -Catherine- me susurró Mía-, ¿me dejas una hoja?
                        -Si- arranque una hoja del cuaderno que me había cogido de la taquilla a las ocho y media de la mañana. Abrí mi estuche y le ofrecí un boli negro. Ella lo cogió y volvió su vista a la profesora. Yo cogí un boli azul y la imité.


                        Al terminar la clase me acerqué a la taquilla a dejar las cosas antes de la próxima clase. Saqué la llave de mi bolsillo, y abrí la puerta y dejé la hoja en la que había apuntado el material de literatura pero el cuaderno y el estuche  seguían en mi poder. De un lateral de la taquillas salió un pequeño papel, lo examine y descubrí un horario de clases. Me fui al martes y coincidía con las clases que había tenido por ahora. Lo volví a poner donde estaba y cerré la taquilla.
                        -¿Qué te ha pasado esta mañana?- me giré y encontré a mi prima con cara de preocupación.
                        -Una pesadilla-dije sin darle demasiada importancia.
                        -No me lo creo Chath- dijo muy enfadada- Escucha, puedes confiar en mi.
                        -¿De qué estás hablando?- dije totalmente desconcertada.
                        -Mí no es una buena persona y si te está obligando a algo..
                        -Espera- le corté a media frase-, Mía no me está obligando a nada, ella es mi amiga y claro que puedo confiar en ella. Me defendió cuando un chico se rió de mí el primer día.
                        Debió de sonar peor de lo que quise emitirlo. A mi prima no le gustaba la idea de que estuviese con su “enemiga” si se le puede llamar así.
                        -Solo te quería decir que no te fíes mucho de ella y que si te hace algo nos avises  ¿Vale?
                        -Vale. A un que no creo que sea necesario-eso último también sonó peor de lo que me esperaba- Escucha Alice, no va a pasarme nada. Es solo una amiga.
                        -Yo solo…-me dijo- No quiero que te pase como en Washington.
                        La abracé.
                        -Te echo de menos Alice.
                        -¿Te gustaría comer con nosotros algún día?
                        Me pensé la respuesta. No quería decir que sí porque entonces me comprometería y dejaría a Mía sola y si decía que no parecía que mi amiga me obligaba como ella falsamente suponía.
                        -Si claro, respondí finalmente.
                        -Vale-respondió y se alejó por el pasillo. Y yo, cuaderno en mano me fui a mi próxima clase: Química.

sábado, 24 de octubre de 2015

Prólogo cruza



Prologo

                Mi ilusión era inmensa, la primera fiesta de cumpleaños a la que asistía en mi vida, el primer acontecimiento al que invitaban. Estaba segura de que ese día marcaría un antes y un después. Y lo marcó.
                El coche iba por la autopista circulando cuando una moto cruzó la autopista de lado a lado. Mi padre dio un giro brusco al coche lo que desencadenó todo. Con la parte delantera chocó con un jeep que había al lado, otro golpe por la parte trasera lo que nos hizo girar todavía más. Un último choque en el lomo para que millones de trocitos de cristal volaran, dentro y fuera del coche.
                -¡PAPÁ!- grité mientras lloraba. Otro choque más y me caí hacia un lado. Rápidamente me levanté y volví a aullar- ¡PAPÁ!-
                Pero ya era tarde. Su cuerpo ya inerte yacía sentado en el asiento del conductor. De su cabeza salía un rio de aguar roja, sus ojos ya cerrados. Todo en él se había dormido.
                -¡PAPÁ!- volví a llamarle. Sacudí su cuerpo. No me iba a rendir. El me lo había dado todo. No podía acabarse así. Le abracé con todas mis fuerzas. Nadie me iba a separar de él, ni siquiera una estúpida moto. Ni siquiera la muerte iba a poder con el amor que le tenía.
                Alguien me agarró del brazo y tiró de mí. Pero no cedí. No iba a separarme. Pero su fuerza era demasiada y consiguió sacarme del coche. Me cogió en volandas y me llevó. Pero no separé la vista de mi padre.
                A mí alrededor un mar de llamas y coches destrozados se extendía hasta donde alcanzaba mi vista. Mis lágrimas salían de mis ojos.
                -¡PAPÁ TE QUIERO!- grité una última vez antes de que me metieran en una ambulancia y se me nublara la vista.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Cruza capitulo 4


Capítulo 4
                       
                        Mía me fue enseñando todo el colegio después de clase. Lo único malo del paseo fue que no se paró en la biblioteca (que era mi parte favorita). Simplemente la nombro. Pero decidí que la visitaría por separado en algún rato libre. Acabamos en su habitación. Al parecer su compañera de habitación anunció en el último momento que no iba a poder venir así que ella tenía “habitación propia”.
                        -Así que cuando quieras ya sabes, traes tus sabanas y te quedas a dormir.
                        Mía era muy alegre y graciosa, ya había podido levantarme el ánimo después de la presentación. Además a mi me parecía una chica excepcionalmente guapa, solo que su personalidad no era tan de princesa como su aspecto señalaba, yo definiría su personalidad como “Rokera”.
                        - ¿Estás  segura de que eso se puede? Es decir, ¿puedo cambiarme de habitación así a la ligera?
                        -Sí, la verdad no creo que les moleste- se encogió de hombros. Me daba la extraña sensación de que con ella era más fácil hablar-. ¿Con quién duermes ahora?
                        -Con mi prima y una de sus amigas.
                        Se sentó en la cama.
                        -Ah. ¿Qué música te gusta?- Intentó sacar un tema, para eliminar la situación de no saber qué decir. Y lo consiguió:
                        -Pues me suelen gustar los artistas famosos. Los típicos.
                        -Algo así como los grandes éxitos?
                        -Sí, se podría decir así.
                        Soltó una gran carcajada.
                        -¿Alguna vez has escuchado buena música? ¿La buena de verdad?- negué con la cabeza- ¡Ja! Pues ya estamos yendo a la sala de ordenadores- se levantó de un salto cogió unos auriculares y me tiró del brazo hacia fuera del cuarto.

                        Nunca en mi vida se me habían dado bien los ordenadores. Nunca. Y veía como los dedos de Mía danzaban sobre las teclas y me dio pánico hacer un movimiento por lo que podría pensar. “¿Quién no sabe manejar un ordenador?”  Acerqué mi silla a la mesa dispuesta a probar a manejar el saco de tornillos que tenía delante. Posé mi mano sobre el ratón y seguí con la mirada la pequeña flecha que se movía por la pantalla. No sabía bien que hacer así que eché un vistazo rápido al ordenador de mi compañera. En la parte superior de su pantalla había un símbolo, busque el mismo en mi ordenador y pulsando dos veces saltó en mi pantalla una nueva pantalla blanca. En ella había un rectángulo fino y largo, lo señalé con la flecha y apareció una línea corta intermitente. Entonces mía, que debía de haber estado observándome, me dijo:
                        -Simplemente escribe música- mi cara debió de reflejar mi ignorancia por la tecnología- Trae, ya te lo escribo yo.
                        Durante un escaso minuto, Mía estuvo escribiendo y pulsando miles de cosas a una velocidad impresionante hasta que llegó un momento en el que me ofreció unos cascos:
                        -Toma ponte esto y escucha.
                        Obedecí y coloque cada uno de los pequeños auriculares en las orejas. Ella pulsó una última vez el ratón y la música empezó a sonar. Era una canción extraña, nunca antes la había oído y el cantante tenía una voz muy llamativa. Mía dijo algo pero la música estaba demasiado alta y no la escuche. Asentí intentando responder  y ella me mostro una pequeña sonrisa a un lado.
                        Entonces la música empezó a sonar cada vez más lejana hasta no poder percibirla. En mi mente apareció una imagen, como la de los ojos grises  de un gato negro, pero solo duro una milésima de segundo.  Después un dolor atroz se apoderó de mi mente. Rápidamente me quité los cascos, me levanté de la silla y me agarré la cabeza con las dos manos. Apreté con todas mis fuerzas pero y un pitido fuerte empezó a sonar.  Noté el tacto de Mía en mi hombro y todo el dolor se fue de una. Ella me dijo:
                        -Puede que la música no te guste pero, ¿No crees que ha sido un poco exagerado?-Hice caso omiso. Pasee la mirada por toda la sala buscando algo, no sabía muy bien que. Estaba desconcertada. Esa imagen… Se me había quedado grabada para siempre- Oye, ¿Estás bien?
                        -Sí- respondí sin mirarla-.Es que, me ha venido un dolor y… Da igual.
                        Mía mostraba desconcierto, incluso deduje que pensaba que estaba loca.
                        -¿Quieres ir a la enfermería? Tal vez allí te digan que te pasa.
                        -No. No, no, no. Estoy bien, de verdad- Y era cierto, me sentía bien ya no había ni rastro de aquel ataque de dolor.


                        Llegó la hora de la comida. Mía había ignorado mi ataque durante todo el día, cosa que agradecía inmensamente. No sabía que me había pasado y era mejor olvidarlo.  El comedor era un gran espacio abierto con muchas mesas algunas en forma circular otras rectangulares, con capacidad desde tres personas hasta seis. Por otro lado estaba la barra donde estaban los platos de comida. Cogí una bandeja   y me dispuse a coger la comida. Había una gran variedad de comida entre la que yo elegí pasta y algo de carne, de postre fruta y me dirigí a la mesa donde estaba comiendo Mía. Mi prima, Vanesa y James se sentaron en la mesa de al lado yo les ofrecí  sitio en la nuestra que, era una mesa grande, y pretendía presentarles a Mía. Pero descubrí que ya se conocían por las miradas asesinas que se dedicaban mutuamente. Mía les apartó la mirada y me dijo:
                        -¿Les conoces?
                        -Sí. La rubia es mi prima.
                        -¿Alice es tu prima? ¿De verdad?- asentí ligeramente-Mira, no es por meterme con ellos pero el año pasado no fue un curso agradable a causa de ellos.
                        -¿Qué pasó?
                        -Es una historia un poco larga. Lo importante es que ellos eran mis mejores amigos y me traicionaron de la peor manera posible-. Lanzó una sonrisa diabólica- Y se la devolví.
                        No pude decir nada. No cabía en mi cabeza la idea de que mi prima fuera mala con alguien, para mí era casi imposible. Hundí el tenedor en la pasta y empecé a comer. La comida sabía estupendamente, no sabía si era por el hambre o porque de verdad sabía bien. Levanté un poco los ojos y vi un chico que tenía la mirada fija en mi. Era de nuestra edad, tenía el pelo castaño, unos ojos azules oscuros y una mandíbula muy afilada. Estaba sentado con otro chico rubio en uno de los lugares más apartados. Mi compañera de mesa siguió mi mirada hasta el mismo punto.
                        -¿Le conoces?- me preguntó.
                        Sacudí la cabeza y el chico fijo su mirada en Mía esta vez y luego en su comida. A lo que mi amiga respondió:
                        -¡Te ha mirado! ¡Y no era nada feo! A mí me gusta más su amigo. ¿Qué te parece si hablamos con ellos después de comer?
                        -¿Estás loca? Si ni siquiera les conocemos- Ella soltó una risa tonta.
                        -No hay mejor momento para hacerlo.
                        -Ni de broma.
                        -Se nota que en Washington no sabían divertirse.
                        Ella se rió un poco pero a mí no me resultó del todo gracioso. Ese último comentario me hizo pensar en mi antigua casa y en la nueva. Este internado. Cuando terminamos de comer nos dimos un paseo por el jardín del colegio, durante ese tiempo estuvimos hablando de nuestras vidas anteriores, sobre todo sobre la mía. Al principio me dio la sensación de que estaba intentando averiguar algo sobre mi ataque repentino en la sala de ordenadores lo que me incomodó un poco, pero es seguida aparté ese pensamiento de mi cabeza y supuse que preguntaba por pura curiosidad y para establecer confianza.
                        Después del rato libre de la comida yo me esperaba un par de clases antes de nuestra total libertad, o por lo menos hasta el día siguiente. Luego averigüé que el primer día lo dejaban sin clases para que los alumnos nuevos se instalaran y conocieran el centro. Empezó a refrescar y decidimos meternos en la habitación de Mía para seguir nuestra conversación. Pasamos por unos soportales y me fijé en un chico que estaba totalmente solo apoyado en una pared. Su cara indicaba tristeza y soledad por lo que deduje  que era nuevo. En un momento dado se me ocurrió acercarme y darle conversación pero la cara de asco que me dedicó me echó para atrás.  Mientras subía las escaleras un horrible pensamiento apareció en mi cabeza: “Si la profesora no me hubiera sacado a hablar, yo no me hubiera bloqueado, aquel chico no se habría reído de mi, Mía no me habría defendido y no la hubiera conocido por lo que mi destino podría haber sido parecido si no fuera por Alice


                        El baño de la habitación era un sitio pequeño, incluso claustrofóbico: un pequeño plato de ducha, un váter y un lavabo con un espejo rectangular. La verdad es que mi prima y su amiga lo habían decorado y había quedado fantástico. Incluso había una alfombra rosa circular en medio. Me puse el pijama lo más rápido que pude, me lavé los dientes y me preparé para la mayor sarta de preguntas sobre mi nueva mejor amiga que nunca haya podido imaginarme. Pero de algún modo cuando salí cada una estaba ocupada en sus cosas y ni me prestaron atención. Alice estaba en el piano, un pequeño teclado sujeto por unas patas cruzadas que debía de haber puesto hace poco, tenía unos cascos puestos que se conectaban al piano y aislaban totalmente la música. Vanessa en cambio estaba tendida en la cama con el móvil.
                        Me acerqué a mi cama sin hacer mucho ruido y saqué de debajo el diario, las cartas y los sobres de Julieta. Le escribí una carta a Julieta sobre mi primer día, mi nueva mejor amiga y el choque que tuvo con Alice y su pandilla por una antigua confusión. Ni se me pasó por la cabeza mencionarle el ataque de dolor de aquella mañana, no quería preocuparles de esa manera. La metí en el sobre y la dejé en uno de los cajones de la mesilla para mandarla a casa en cuanto pudiera. En cambio en el diario lo escribí todo, desde mi llegada hasta cuando me senté a escribir el diario pasando por el dolor. Todo. De alguna manera quería dejarlo todo reflejado. Cuando hube terminado guardé el diario en la maleta, saqué un libro que me había traído de casa y me puse a leer.
                        Hubo un momento en el que Alice y Vanessa, al igual que yo se metieron en la cama y apagaron las luces de sus mesillas. Yo no quería molestar así que las imité. Justo cuando me iba a quedar dormida Vanessa me preguntó:
                        -Catherine, ¿Mía te trata bien?
                        No sabía que significaba realmente, ni con que intención iba pero respondí un simple sí y me dormí.